Revisado por Natalya Yashina. Verificado por Marcus Reeves. Existe un viejo refrán que dice que no debes seguir invirtiendo en algo que ya ha perdido su valía. Este principio se basa en el sentido común de que solo porque has gastado dinero en algo hasta cierto punto, no hay razón para seguir gastando dinero en ello si las posibilidades de recuperar tu inversión son dudosas. Los economistas tienen un término para gastar en cosas de las que no puedes recuperar tu dinero; se llaman “costos hundidos”.

Definición

Un costo hundido se define como “un costo que ya ha sido incurrido y, por lo tanto, no puede recuperarse. Un costo hundido difiere de otros costos futuros a los que una empresa puede enfrentarse, como costos de inventario o gastos de I+D, porque ya ha ocurrido. Los costos hundidos son independientes de cualquier evento que pueda ocurrir en el futuro”.

Importancia de los Costos Hundidos

Los negocios con los costos hundidos más altos tienden a ser aquellos con las mayores barreras de entrada y mayores costos de inicio. Esto incluiría industrias intensivas en capital que requieren grandes edificios, herramientas costosas y una alta proporción de costos fijos a variables. De hecho, el nivel de costo hundido es una barrera importante para la entrada a muchos de estos negocios.

Dilema de los Costos Hundidos

La mejor manera de ilustrar este concepto es con un ejemplo que se ha repetido muchas veces en los últimos años. Eres un constructor de viviendas durante la burbuja y has comenzado la construcción de 20 casas especulativas en un pequeño desarrollo. Has despejado el terreno, preparado los sitios de las casas e instalado energía, agua y alcantarillado. A mitad de la construcción de las casas, el mercado inmobiliario comienza a caer. ¿Continúas trabajando y terminas la construcción, esperando que el mercado mejore pronto? ¿O detienes el trabajo y ahorras el dinero que habrías gastado en terminar todas las casas?

En el momento en que tomas esta decisión, todo lo que has gastado hasta ahora es un costo hundido. En este caso, es una cantidad considerable de dinero, y puede ser muy difícil alejarse. Si lo haces, ese dinero se pierde para siempre. Si no lo haces, corres el riesgo de gastar aún más dinero que nunca recuperarás si las condiciones económicas no mejoran lo suficientemente rápido. El dilema puede presentarse como una pérdida segura versus un éxito incierto. El dilema de los costos hundidos no se resuelve mientras el proyecto no se complete ni se detenga.

Aspectos Financieros

Hasta cierto punto, todos los negocios incurren en costos hundidos en diversos momentos. Al tomar una decisión, es útil comparar los beneficios que se obtendrán de cada elección con los costos adicionales asociados con cada una. Los economistas se refieren a este enfoque como “actuar en los márgenes”, porque te estás centrando en los méritos relativos de las acciones futuras. Este tipo de pensamiento debería llevar a la elección que proporcione los mayores beneficios netos adicionales, independientemente de lo que haya ocurrido en el pasado. Dado que los costos hundidos no cambiarán como resultado de cualquier elección que puedas hacer, deberían ser irrelevantes para tu próxima decisión.

En un sentido financiero, se puede hacer una distinción entre costos hundidos y otros costos en los que incurres y que no tienen beneficios inmediatos. Un ejemplo serían las primas de un seguro que se pagan durante años sin necesidad de presentar un reclamo. Si bien esas primas podrían considerarse hundidas en un sentido personal, no lo son, porque te proporcionaron un beneficio continuo al protegerte de pérdidas potenciales. El hecho de que tuvieras la suerte de no necesitar el seguro no significa que el dinero se haya desperdiciado.

Conclusión

En un sentido estrictamente económico, una persona racional ignora los costos hundidos y solo considera los costos variables al tomar una decisión. Hacer lo contrario evitaría tomar una decisión puramente por sus méritos. Sin embargo, este enfoque está en conflicto con la tendencia irracional humana de evitar la pérdida bajo cualquier circunstancia. A veces no vale la pena lamentarse por la leche derramada.